viernes, 28 de septiembre de 2007

SADDAM HUSSEIN, VÍCTIMA DE LOS EE.UU.



Con la administración americana liderada por G. Bush hijo, el mundo ha sufrido más guerras y atropellos que nunca, habiendo sido los EE.UU. el máximo protagonista, liderando una serie de acciones unilaterales que únicamente han contribuido a la desestabilización de muchas regiones. Quizá uno de los mayores atropellos haya sido sin lugar a dudas la invasión de Iraq, que ha supuesto la desestabilización de Oriente Próximo y haber sumergido a dicho país en una guerra sectaria e interreligiosa que no ofrece visos de que vaya a terminar.

Saddam Hussein, como presidente de Irak, llevó a cabo una serie de políticas que no gustaron nada en Washington. Tras la guerra con Irán, en la que el régimen de Saddam fue utilizado como ariete contra la república islámica, debido a la crisis económica en la que se vio sumido el país y a las reivindicaciones territoriales que Iraq tenía sobre Kuwait, se produjo la invasión del país árabe deponiendo a su corrupto monarca títere de los EE.UU., y se estableció un gobernador iraquí haciendo de la región una provincia más integrante del Estado de Iraq.

Es evidente que Kuwait ha sido en el siglo XX, y aún hoy, un Estado sostenido por los EE.UU. y que ha contado con su respaldo en el plano político y económico al tratarse de uno de sus más importantes abastecedores de crudo, y al mismo tiempo por contener importantes reservas del preciado oro negro. A esto se le suma la cuestión geoestratégica, de vital importancia, ya que la existencia de Kuwait como Estado aliado de EE.UU. en el golfo pérsico, garantiza el acceso de este país a las importantes bolsas de petróleo existentes en la región y ejerce al mismo tiempo un control sobre el área. No hay que olvidar que la doctrina Carter, sobre la que se asienta la política exterior americana, hace especial hincapié en el acceso y control del golfo pérsico debido a la importancia que para los EE.UU. tiene la cuestión energética.

Kuwait, sostenida por los petrodólares y considerada por Iraq como una provincia rebelde que durante la guerra con Irán socavó el abastecimiento de petróleo, provocó que el régimen baasista se viera obligado a invadir dicho Estado para conseguir los medios y recursos necesarios para poder salir de la crisis económica.

Tras haber dañado seriamente los intereses americanos en la región se produjo la intervención americana en coalición con otros países, lo que dio lugar a la expulsión de las fuerzas iraquíes del territorio kuwaití.

Sin embargo, Saddam Hussein supo hacer de su país una nación próspera cuyas bases y cimientos ideológicos se fundaban en el arabismo y en el socialismo, lo que le permitió dar lugar a un fuerte desarrollo económico que llevó a Iraq en los años 70 a tener la economía más próspera de la zona, contando sus ciudadanos con un nivel de vida equiparable al de cualquier país industrializado y desarrollado del bloque occidental. Tanto es así que incluso la sanidad había logrado considerables avances que dentro de los estudios realizados por la ONU llegó a situarse por delante de la sanidad francesa. Se puede concluir a este respecto que el régimen baasista de Saddam Hussein logró la prosperidad y bienestar de sus ciudadanos, no sólo garantizando las condiciones materiales mínimas e imprescindibles para vivir, sino proveyendo a su vez de unos estándares equiparables a otros países avanzados, y por tanto colocando a Iraq en la punta de lanza de las economías de oriente medio. A diferencia de otros países vecinos, como Arabia Saudita, Yemen, Egipto, etc., cuyos ingresos del petróleo los monopolizan las elites corruptas que ocupan el poder político, en Iraq esos mismos ingresos tuvieron una finalidad social en la creación de obras públicas, mejora de las condiciones de vida, y multitud de avances en el plano laboral y económico; por esto, el máximo beneficiario de esos ingresos fue el pueblo iraquí.

El régimen socialista existente en Iraq abordó la cuestión social de forma decidida, llevando a cabo importantes cambios que vendrían a demostrar que la revolución llevada a cabo por el partido Baas no era pura coreografía teatral, sino que existía un compromiso real con las necesidades en el plano laboral y social del pueblo iraquí. Son destacables las conquistas en derechos sociales de los trabajadores, como la jornada de trabajo de 8 horas, las vacaciones pagadas, el establecimiento de una sanidad pública y gratuita, la protección a la infancia y la vejez, la nacionalización de los sectores económicos estratégicos y fundamentales para el desarrollo positivo del país, en consonancia con las tesis anticolonialistas defendidas por el panarabismo.

Tras la primera guerra del golfo Iraq tuvo que padecer una zona de exclusión aérea que le impuso EE.UU., sobre la cual actuaban libremente las fuerzas aéreas angloamericanas destruyendo presuntos objetivos militares, que en la mayor parte de los casos no eran más que víctimas civiles. A esto se le suma el embargo comercial sobre Iraq implantado durante el mandato de Bill Clinton. Este embargo impedía a Iraq comerciar con el exterior, quedando sus ingresos obtenidos del petróleo congelados en cuentas bancarias que en un principio estaban en EE.UU. bajo mandato de la ONU, quien se encargaba de su correspondiente administración dentro del proyecto petróleo por alimentos (del que luego se descubriría una serie de corruptelas entre los funcionarios de la ONU). Como consecuencia de este bloqueo económico y embargo comercial sobre Iraq por el que únicamente podía obtener alimentos, y cuya duración fue de 10 años, produjo el empobrecimiento generalizado entre la población iraquí, así como el profundo rechazo de los ciudadanos de este país a todo lo que representa los EE.UU., lo cual puede explicar, en cierta medida, el odio visceral que se ha desatado en Iraq contra las fuerzas ocupantes.

Como una de las principales motivaciones que llevaron a EE.UU. a invadir Iraq en la última guerra del golfo, encontramos sin duda la cuestión del petróleo, pero sobre todo la decisión de Saddam Hussein de trasladar las cuentas donde se ingresaba el dinero recaudado de la venta del petróleo a un banco en París, y realizar el cambio de dólares a euros a la hora de comerciar con el crudo. Esto, indudablemente molestó en sobre manera a Washington, ya que uno de los más importantes productores de petróleo comenzó a utilizar como moneda de cambio el euro cuestionando así el papel del dólar dentro del cártel de la OPEP.

Las presiones angloamericanas sobre Iraq por causa de las pretendidas armas de destrucción masiva cuya posesión le atribuyeron al régimen de Saddam, no dejó de ser un pretexto para invadir y doblegar a un país que contravenía la política exterior de los EE.UU., pero al mismo tiempo también respondía al deseo americano de querer garantizar el suministro de petróleo, y en la medida de lo posible reducir la dependencia energética hacia Arabia Saudí.

Se puso en marcha toda una campaña propagandística difamatoria hacia Iraq, Saddam Hussein y los propios iraquíes. Se presentó a la opinión pública internacional al dirigente iraquí como si se tratase del mal absoluto que era preciso erradicar, no humano, y que suponía una amenaza para el planeta, máxime si contaba con armas de destrucción masiva QUE NUNCA EXISTIERON. Por esto, se hacía necesario según los instigadores angloamericanos, que contaron con el apoyo del gobierno de Aznar, no lo olvidemos, eliminar a Saddam como fuera preciso. Saddam fue presentado en los medios occidentales como un tirano, un enemigo de la libertad y los derechos, un individuo sin escrúpulos dispuesto a terminar con quien hiciera falta..., justamente todo lo que le atribuían a Saddam era la proyección de sí mismos de quienes querían derrocarlo, aquellos que se representaban como adalides de la libertad, la democracia y los derechos humanos. Era, desde luego, una forma de manipulación de la opinión pública de cara a presentar como legítima la actuación que estaba planificada por la Casa Blanca, y que respondía a la denominada estrategia contra el terrorismo internacional. Hay que señalar que también se acusó a Saddam de albergar a terroristas de Al-Qaeda y financiar grupos armados para atentar a lo largo y ancho del mundo, algo que ha sido demostrado como terminantemente falso.

Finalmente Iraq fue invadido, ocupado, su legítimo gobierno (ratificado en diferentes referéndums nacionales por más del 90% de la población) derrocado, perseguido el partido oficial Baas, y sumiendo al país en una cruenta guerra civil con macroatentados, torturas (ver Abu-Grahib), asesinatos y masacres como la de Faluya, crímenes contra la humanidad por parte de quienes dicen ser sus defensores, etc... Aún hoy no se le ve una clara solución a la situación que se está viviendo en estos momentos en Iraq, situación a la que EE.UU. ha contribuido de manera determinante para crearla y mantenerla.

Tras la desaparición de Saddam con la entrada de las tropas en Bagdad, y una vez derrocado el régimen, comenzó al cabo de poco tiempo la lucha armada de los propios iraquíes contra el gobierno de ocupación y las tropas angloamericanas. Para entonces EE.UU. y su coalición ya habían pateado el avispero, por lo que las avispas comenzaban a salir. Poco a poco se fueron incrementando e intensificando las acciones contra las tropas ocupantes, hasta terminar convirtiéndose todo el país en un auténtico infierno para las tropas extranjeras allí estacionadas. En un principio, con especial habilidad aunque con escasa credibilidad, los americanos culparon a Saddam de estar organizando y liderando la resistencia iraquí contra los ocupantes, por lo que si era detenido y encarcelado esta resistencia desaparecería.

El 13 de diciembre de 2003 Saddam Hussein fue capturado por las tropas de ocupación en su ciudad natal Tikrit. Pronto se confirmó que Saddam no estaba tras la resistencia, pues los ataques de esta hacia las tropas angloamericanas todavía se intensificaron y aumentaron de manera decidida. Asimismo, Saddam había estado constantemente cambiando de lugar, por lo que no pasaba más de una noche en el mismo lugar, lo que imposibilitaba coordinar acciones armadas al estar ilocalizable. Los americanos se encontraban para entonces con un pueblo en armas. Recordar, sólo como apunte, que Saddam Hussein durante su mandato repartió más de 7 millones de fusiles de asalto AK-47 entre la población, además de munición, lo que prueba y demuestra que este contaba con el apoyo de su pueblo, a diferencia de la propaganda americana que afirmaba que existía un amplio descontento hacia el régimen. Asimismo, es reseñable el hecho de que se efectuó en Iraq una formación militar de la población, y especialmente de la juventud. De haber sido cierta la propaganda americana, los propios iraquíes hubieran desalojado del poder a Saddam.

Después de la detención de Saddam, entre diciembre de 2003 y julio de 2004 cuando se dio comienzo al procesamiento del líder árabe, se llevó a cabo el restablecimiento de la pena de muerte, a partir de entonces la suerte de Saddam ya estaba echada. Después de que el 30 de junio de 2004 tuvo que pasar más de un año para que se comenzara el juicio contra él, ya en verano de 2005, proceso que se realizó contra él y otros acusados ex-altos miembros del gobierno. Es así como empezaría una farsa judicial repleta de irregularidades, llena de testigos y pruebas falsas, de mentiras, calumnias, difamaciones, malos tratos a los acusados además de torturas.

El 20 de octubre de 2005 un abogado del coacusado y ex-jefe del tribunal revolucionario, Awad Hamed al Bander, son secuestrado en Bagdad y asesinados. El 8 de noviembre se produciría otro acontecimiento parecido con uno de los abogados de la defensa. Saddam Hussein vería así perder a varios de sus abogados defensores, lo que daría lugar a un motín durante el juicio el 28 de noviembre de 2005 en protesta de la falta de asesoramiento jurídico a los acusados.

A esto hay que añadirle que en ningún momento el poder judicial contó con entera independencia y autonomía del poder ejecutivo, como hubiera sido normal en cualquier sistema mínimamente democrático, sino que por el contrario recibió fuertes presiones por parte de los americanos a través de la administración títere que había en aquel momento, dando lugar, finalmente, a la dimisión del juez Amin acusado de dar demasiado tiempo a los acusados para sus declaraciones y no ser lo suficientemente resolutivo.

Asimismo, el nuevo juez que presidía el tribunal tuvo que dimitir tras recibir diferentes amenazas. Juntamente con esto, el 20 de junio de 2006 el vicepresidente del equipo de abogados de Saddam Hussein fue secuestrado y asesinado en Bagdad. Los abogados defensores reclamaron durante todo el proceso mayor seguridad y garantías para poder llevar a cabo en condiciones la defensa de sus clientes, tarea que en ningún momento se les facilitó, ya que se les impedía constantemente tener acceso a sus clientes y los contactos en muchas ocasiones se tenían que realizar a través de miembros de la media luna roja. La ausencia de protección de los letrados provocaba los constantes secuestros y asesinatos de éstos. Asimismo denunciaron las irregularidades de las que eran víctimas sus clientes, y la falta de imparcialidad del tribunal, que estaba claramente alineado con la política del gobierno y de los EE.UU. Finalmente los abogados de los acusados, ante la pasividad e indiferencia del tribunal ante sus repetidas reclamaciones, decidieron en señal de protesta abandonar el juicio y no asistir más a las reuniones del tribunal con los acusados.

No hay que dejar de lado que uno de los jueces miembros del tribunal, chií y antiguo miembro del partido Baas (actualmente ilegalizado y perseguido por el gobierno y los ocupantes angloamericanos), declaró en una vista durante el juicio que Saddam no era ningún dictador, lo cual produjo su inmediata dimisión dictada desde las altas esferas del gobierno iraquí.

El 19 de junio de 2006 la fiscalía pidió la pena de muerte en la horca para Saddam Hussein, lo que ya marcaba de manera clara y definitiva cuál iba a ser el destino final del presidente.

La falta de seguridad de los abogados y de los acusados, en el caso de estos últimos ante los abusos de las autoridades, juntamente con el desarrollo general del proceso judicial, lleno de fallos e irregularidades, puso en clara tela de juicio la imparcialidad del mismo en la propia comunidad internacional. Tanto es así que hubo ciertas protestas, aunque muy timoratas, hacia la condena de Saddam y la falta de imparcialidad, mostrando serias dudas acerca de todo el proceso al que fue sometido. De todos modos esto no impidió que se ejecutara la sentencia el fatídico día 30 de diciembre de 2006.

Esta es la trágica historia del que fuera presidente de Iraq, quien terminó convirtiéndose en una víctima más de los EE.UU., país que le declaró la guerra, derrocó al gobierno, impuso unas autoridades títeres y acto seguido se dispuso a juzgar a los vencidos. No existe la más mínima legitimidad e imparcialidad en un tribunal organizado por los propios vencedores para juzgar a los vencidos, resulta una completa farsa.

Lo que hicieron con Saddam Hussein fue un asesinato con fachada legal. Desde el principio estaba planeado liquidarle, efectuando para ello un show mediático con el que justificar el dictamen final del tribunal. Los EE.UU. utilizaron esto para justificar la política de la actual administración, y al mismo tiempo para sembrar más si cabe la división en Iraq, consiguiendo el apoyo de unos y el rechazo de otros.

Saddam fue a la horca, asesinado como un perro y no como un presidente y militar. Pero eso fue un acto de hombría frente a sus captores y verdugos, quienes en su cobardía no dejaron de proferir insultos contra el presidente Saddam. Todo esto demuestra que su asesinato no fue más que una venganza personal de sectores rencillosos de la sociedad iraquí aupados al poder político por los ocupantes.

No pudiendo terminar su oración, Saddam afrontó su destino demostrando al mundo no sólo su valentía, sino también su entereza y serenidad, no dando la más mínima muestra de flaqueza o desfallecimiento.

"La vida carece de sentido si no tomamos en cuenta la fe, el amor y la historia que heredamos de nuestra nación" Saddam Hussein

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